miércoles, 27 de mayo de 2009

LEER Y ESCRIBIR

Pasa que leer acaba con las de escribir. Piensas que nunca llegarás a la altura de sus comas, por mucho que imites la grafía. Te embarcas en la vida de la palabra pero quien pilota es Caronte y ya sabemos. Cuando se lee mucho se espera escribir mucho un día. Pero cuanto más se lee menos cosas quedan por decir porque ya vino alguien a jodernos el invento. Pensamos en jodernos mejor pero no es más que una paja mental y la literatura cuaja en el mar del onanismo. La paradoja se va inflando hasta que un día revienta y sale algo. Normalmente un manchurrón que escondemos en legajos hacia el bosque de los libros. Ya lo dijo Umbral: todos comenzamos como poetas y acabamos como bibliotecarios. Lo malo es empezar siendo bibliotecario y entonces uno ni acaba poeta ni nada porque venía acabado de casa y esa cara era la tuya. El arte es largo y además no importa. Así se consolaba Machado y nos jodía al resto. Ahora que le robo horas al sueño hasta que el ojo dice basta, tengo abiertos varios libros. El producto se come fresco o se pudre por eso les doy candela. Le pego el vistazo, el corte vertical de una lectura escalpélica. Ando luego a tientas, insomne buscando el libro, como la embarazada la nevera y ya leo sin ganas. Se nos van muriendo los poetas, me repito, me cabreo. La repetición molesta y entonces queda una paradoja, una contradicción enorme que no sabe si estallar súbita o desinflarse como un globo. Me viene Larra de golpe con lo de escribir y leer. Me llega el eco de su disparo. Qué iba a hacer. Habrá que creerse lo del contribuyente y darle al libro como al sudoku, que viene a ser lo mismo. Doblada por la mano suave del firmamento la cabeza del hombre se piensa una rodilla. Vale Paco.

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