viernes, 10 de julio de 2009

10392

Tenemos una orgía pendiente que amilanamos con el sábado, la paja y el tuenti. Tenemos la hoguera apagada y la casa llena de trastos. La casa misma es un leño. La vida se desliza por debajo de la puerta como un tranchete gigante. Nos encierran en casa, -¡comprate una casa!, ¡ten un hijo!, ¿qué pasa con el coche?-, en la familia o en Benidorm: ¿-No has visto a tu tío?, ¿No has ido a la playa?-. Al final la osadía es un caramelo de locos. Los locos son horribles porque nos dan con la mediocridad en las narices y olemos fatal. Tengo un ansia de risa que me guillotina la claqueta del calendario toma 10.390. Tenemos tanta corrección que ya no sabemos corrernos. El sexo sólo es guarro si se hace bien. La paja, lejos de lo que piensan los casados, no es cosa de solitarios. La masturbación necesita del otro. Por acción u omisión, el onanismo requiere una fantasía ajena. Una amiga, una prima o un pato. La paja, concluyo (ay) es cosa múltiple. Por eso qué miedo éste al escote, al pelo, la tanga y esto. A qué éste puritanismo de abuela sorda, a qué estos pantalones estando tan en verano. La orgía es la materialización de la paja. El trío es una paja generosa pero luego hay que explicarle a Lourdes porqué se ha quedado sola con los niños. El salido es un loco sexual que prefiere una hostia a una paja ciega. Luego están los frikis, esa gente estrafalaria caricatura de sí mismos y de todos los demás que juegan a introducir objetos. Son los que empiezan a joder la cosa y a venderte la moto, el casco y el puerro de plástico con lubricante. Cuando el negocio aparece en el sexo lo llamamos burdel o matrimonio. Un abanico de hipocresia y frustración irresoluto. Ni siquiera apaciguable. 10391.

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