jueves, 6 de agosto de 2009

NUMEROS AZULES

El verano trae un chiste debajo del brazo. Un cuerno, una botella de ginebra y un despertador roto. El verano es un mes de agosto que dura tres meses para los niños y sus padres los profesores. Claro, esto es un engaño como todo lo que dura más que un orgasmo y la memoria se queda con la foto descuadrada y el arrime de ocasión. En verano todos nos creemos adolescentes y soñamos con prolongar la guardería hasta noviembre a sabiendas que los chuzos de punta no ponen moreno a nadie ni romanticismo que lo fundó. El verano es una pérdida, como la vida. Apetece hasta que te das cuenta que se acaba. Hay muchos veraneantes que se perdieron en el mes de julio y el Todo Incluido y se vieron prejubilados a los treinta sin pensión, sin curro y con el paquete de los niños llorando. Lo jodido es veranearse el invierno, la vida. Es lo que vulgarmente se llama un romántico. El verano es una trampa del ministerio para darle langosta al paleto, burro al guiri y teta al saharaui. Esto es pan para hoy y hambre para siempre. El verano es un invento de los ricos para desclasar al pobre. La vacación es algo vocacional. La fonética no es coña casual (cabronazo lleva la mala leche en la a abierta, p.e.) A lo que voy es que me va llegando el calendario a los números rojos que es como son los números azules en el lenguaje del almanaque. Ahora que mi amigo Andrea (yo que pensé que no tenía de eso) viene a darme un abrazo con pelos en los huevos, me doy cuenta que me dejé en Italia un pedazo del ojo izquierdo y por eso ahora llevo gafas. Lo que quiero decir, es que si llegas al verano con tu cara de invierno estreñido nunca sabrás lo que vale un chiste ni el olor a otoño de las madrugadas estrelladas al relente. El verano es la fecha que los psicólogos no utilizan para nada porque se van de vacaciones a la playa que es cosa de locos. La tumbona es el diván suplente y la foto un electroshock lobotomizante. El pareo culmina la estética Aramis que se dan aquell@s que no vienen de Argentina ni tienen pedigrí marquesante. El verano (he visto fotos) se culmina con un arrimao, un chocolatero y una lágrima furtiva por no sé qué cosa de los besos.

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