viernes, 25 de septiembre de 2009

JET LAG

Llevo tres días cagando el Marruecos que me he traido en las tripas. Los virus siguen dándome la vuelta a las tripas que concluyen en heces de ocres multicolores. Ahora todo es mucho más cómodo porque el agujero es familiar y no da asco coger la escobilla. El avión es una forma de sentir la tristeza. Al llegar uno siente la arrogancia del turista. Padece el jet-lag de las lágrimas. Entran ganas de llorar cuando reposas el aterrizaje. Piensas en lo fácil que es nacer en la espesura. Piensas lo difícil que es vivir en la espesura. Piensas. Te interrogas. Esto pasa solo mientras dura la diarrea. Cuando el esfínter se cierre se cerrará la pregunta como un garfio final amenazante. Más tarde vendrá el despertador a darle enunciado a la retórica. Pensar en la cola del autobús es más doloroso porque no se puede digerir con el desahogo fecal. Esta vida es una barca decía Calderón de la Mierda. Por eso cuando la neurona aún se siente extraña cuando pide un café con leche pienso que el viaje es mejor hacerlo hacia adentro. Y así ando, buscando las palmeras de un oasis incierto que sigo reconociendo en su sonrisa. Bebo. Ese manantial de palabras dulces, finas, acertadas. Sólo espero que no llegue tarde al vuelo de tus alas. Tú, que nunca viajas.

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