viernes, 19 de febrero de 2010

EL CARNAVAL

Quieres decir lo siento pero no puedes porque no quieres y no lo sientes. A eso le llaman tristeza. Lo otro hace ya tiempo que fue parte del fabulario colorido de los postres helados. Por eso creo que esta tos sólo es producto del frío de un carnaval sin carne, sin fiesta y sin escote siquiera. La tos ya no es más que frío. Atrás quedaron los virus respiratorios que pugnaban por abrirse camino en mi organismo tan vivo como mi década. Muerto el perro todo es pena. El carnaval es el tiempo en que desenmascaramos la tragedia del niño por tenido o ausente. La vida es un carnaval y si tiramos del axioma acabamos pensando que la vida es la tragedia de un niño. Acertando. Qué pena de muñones con callos jugando a las caricias. Qué pena de disfraces, de tragedias, de niños, de vida sin carne ni saliva. El abismo surge de su decrepitud como una zarza seca que se prende en mi piel cuando me arrimo. Sangrar, a estas alturas, es un acto romántico que no dice nada. Nada dice nada que es como decirlo todo. Que letanía de tardes lentas sin secreto en las noches y aprensión en las mañanas. Qué falta de secretos. Qué sorpresas tan mal llevadas. Qué hacemos con el gato. Quieres decir lo siento pero no lo sientes.

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