sábado, 3 de abril de 2010

LA SEMANA SANTA

Tenemos una pandereta debajo de la almohada que se guarda en un arcón junto a la bandera. La urna crece cada cuatro años. La trufa da igual si sale roja o azul porque la pandereta duerme junto a la bandera en un latente silencio de reptil. La amnesia se sirve con pan, TDT y otras migajas del alfabeto. Las flores se miran de reojo. Los chicles salen corriendo del suelo cuando me oyen callar. Mimetizarse es otra forma de suicidarse. Es la forma que tiene la pandereta de sonar por los Maiden cuando Marcelino pide vino, pide vino y vino más. Es una magia de vacío y horas extra pasado por el atasco azul de la sin plomo. La bandera respira acompasadamente en el arcón con paso de aguila, que es el paso de los buitres, de la carroña y el gusano. El cirio llora como un cocodrilo de agua estancada. El cilicio es papel mojado de hijos y letras. Una crisálida fétida viene a recordarnos que se pueden cazar mariposas y pincharlas con alfileres y mostrarlas como trofeos de una caza menor que no es caza que es coleccionismo, bandera y pandereta azul cielo. La metamorfosis del gusano se estanca en lodos de formol. El légamo de fondo en los arcones se arropa con banderas. Ya todo es olor.

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