sábado, 15 de enero de 2011

EL SITIO

(Para Julián, el Germano, Víctor y Perico que me enviaron palabras estando convaleciente)

El virus llega y se acomoda. Estaba bien y ahora mal. Toso, tengo fiebre y escalofríos. Me duele el pecho cuando la caja torácica espeta las mucosidades como si fuera un viejo motor. Un cuerpo partido por la mitad. Bebo agua, el parecetamol en gramos. Continúan su curso los sudores. Este dolor en el pecho es como un hijo que se engendra en el esternón. Abrasa como un sol. En la espalda noto clavada la rodilla del mundo. Por las noches pierdo la saliva como la vida. No me doy cuenta. Al despertar noto viscosa mi mejilla empapada en babas. Mi nariz taponada, sin aguante para un beso, obliga a respirar por la boca. La enfermedad huele a menta, la salud a billete nuevo. Sobre las seis de la madrugada el frío me despierta con súbitos escalofríos. Noto la rodilla sobre mi espalda y pesadilleo mutilaciones. Muevo mi cabeza entre las salivas derramadas en la almohada. Me doy cuenta. Estaba mal. El sudor, la sangre nocturna de las pesadillas, continúa su curso sonámbulo. Salada y tibia, algo excesivo para unas babas, es la sangre mutilada sobre el colchón. El pecho, abultado como un sol que arde sin motivo, duele. Acomodarse al fin es el consuelo. Ahora estoy bien, antes mal. El virus ha desaparecido.

1 comentario:

Julián Simpetas dijo...

Gracias maestro! Qué profusión de detalles. Ah! me alegro de que ya estés bien.
Simpeta?