viernes, 15 de abril de 2011

LA SERPIENTE

Los pueblos tienen antenas como pequeños transistores con tarifa Ruido. El paisaje me ha traido un verdor anuado que la memoria tenía clasificado en la letra W del verano. Summer se escribe con g inglesa pero la ortografía siempre anda de la mano coja de la fonética. Foneticones andan los pajaros que me miran con pose de vaca y nerviosismo de loco. Por los suelos del cielo antenitas, como radares de comportamiento dispuestas a la multa. Dicterios eclécticos, demócratas, moda de estos tiempos inalámbricos. Frente al verdecer de las clorofilas está el amarillo policial de las papeletas. Este horror con que saciamos las urnas como quien da de comer a la serpiente. La primavera existe desde mucho antes de las elecciones, desde mucho antes de que se pintasen las fachadas, antes incluso del señor presidente. Abril es una sucesión de antenitas que intenta recordar la lluvia, los pólenes y las meriendas de niños y niñas, en orgías de presente. Ahora todo son besitos vergonzosos que se graban por el móvil. Abril se está olvidando que los besos son furtividades íntimas de espacios abiertos. Las antenas no crecen, no verdean, y seguirán ahí durante el invierno, con sus tarifas al alza y sus restricciones de llamada.

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