miércoles, 6 de abril de 2011

LAS PATATAS

Hay algo en el lugar donde se guardan las patatas. Existe. Viene por las noches a mirarnos cuando estamos dormidos. Nos asalta el músculo con gestos repentinos y después se va hasta que volvemos a acompañar al huevo frito. Es la tristeza de las horas que asaltan a las madres, el hastío de los años del currante, los minutos del cariño maltratante. El lugar de las patatas está debajo de las piedras, con el cortapichas, la lombriz y la tela de araña. Un sitio húmedo y cercano como la vagina de las amigas que nunca podrán serlo. El sitio de las patatas debe ser por donde se pierden los calcetines. Por donde salen los niños pobres antes de que los entierren como si fuera un buzón de camas sin hacer. Carmines corridos por los dedos huesudos de los niños sin madre y otras cosas planas para esconder. En el sitio de las patatas crecen las raices del olvido, donde perdimos la inocencia de la oes con rabito. Esas cosas que nos hacen sentir vulnerables a todo lo que sea vida, y nos convierten en asco, lágrima y caricia. Esas cosas dudaticias que sólo crecen en lo oscuro. Esas cosas, digo, de los sitios olvidados.

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