viernes, 27 de mayo de 2011

EL CANSANCIO

Como una cabeza que se agacha, como una luz quemada, cuando la ceniza -la ceniza es polvo- sabe a fotografías lánguidas como el vaso de agua que no se bebió el abuelo. Sabe a disculpa, a memoria de bares cerrados, a amores muertos y cada vez tiramos más macarrones. La ropa sigue ahí. Las cucharas, el azúcar. El hígado sigue encima de la mesa. Conduciendo por los botes de pintura, el suelo gotea superficies de tarde horizontal. Como un sueño negro y largo. Como un sueño sin sueño y con calor. Como una mañana lenta, como una fiebre, el cansancio, al apagar la tele. Como una enorme distancia, como la intimidad de un cercano cuerpo, la distancia cercana que no se prende, rompemos la tele. Columnarios de humo, la presencia pulmonar de un peso interior, el asco visual de los colores. Como un adhesivo, como una polvareda de ojos por ojos, perdones acumulados en lavadores viejas, el óxido fatal de los suspiros. Como una lágrima repetida, como un beso repetido, como el único amor que nunca llega, la ilusión mutilada de los ciegos.

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