El sol abrasa como un hombre pesado. Huele al verde seco de los amarillos. Las mañanas traen una alegría de cumpleaños, una alegría de agua sedienta, chapuzones y brisa nocturna con luciérnagas. Se oye a Extremoduro, se ríe a marihuanas -tú dame otra cerveza- Sin reuma el cuerpo es un lugar legítimo, el sueño una pierna suelta, el tacto una experiencia nueva. Y se agranda el lugar para los hombres y la calle avanza y crecen los cuadernos, y se gradúan los cristales, y una enorme y griega lanza las palabras contra los cristales de las gafas porque la sangre de los ojos es la savia de las lenguas, y hay que se saciar las bocas de los parias. La calle vuelve a ser un lugar para el encuentro de los caminos. Los parques germinan adolescencias. Y las bocas polinizan la mirada urgente del oxígeno que respirarás. Porque el sol huele a colores musicales que vienen de vaginas mágicas, de palabras fluorescentes. Y la atmósfera entibia la inquietud infantil de los regalos, el nerviosismo del recién llegado, la ansiedad del beso que no llega, esas cosas simples que nos llenan de vida. Y por las noches escuchar crecer el césped girado por las manivelas de los grillos. Oh toldo verde, oscuro, de los firmamentos del verano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario