martes, 21 de junio de 2011

EL TOLDO

El sol abrasa como un hombre pesado. Huele al verde seco de los amarillos. Las mañanas traen una alegría de cumpleaños, una alegría de agua sedienta, chapuzones y brisa nocturna con luciérnagas. Se oye a Extremoduro, se ríe a marihuanas -tú dame otra cerveza- Sin reuma el cuerpo es un lugar legítimo, el sueño una pierna suelta, el tacto una experiencia nueva. Y se agranda el lugar para los hombres y la calle avanza y crecen los cuadernos, y se gradúan los cristales, y una enorme y griega lanza las palabras contra los cristales de las gafas porque la sangre de los ojos es la savia de las lenguas, y hay que se saciar las bocas de los parias. La calle vuelve a ser un lugar para el encuentro de los caminos. Los parques germinan adolescencias. Y las bocas polinizan la mirada urgente del oxígeno que respirarás. Porque el sol huele a colores musicales que vienen de vaginas mágicas, de palabras fluorescentes. Y la atmósfera entibia la inquietud infantil de los regalos, el nerviosismo del recién llegado, la ansiedad del beso que no llega, esas cosas simples que nos llenan de vida. Y por las noches escuchar crecer el césped girado por las manivelas de los grillos. Oh toldo verde, oscuro, de los firmamentos del verano.

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