viernes, 12 de agosto de 2011

LA RENUNCIA

¿Qué, por qué? –dirán. Usado como el sudor de otro. Sonrisas desencajadas, ojos sin luz. Presagios de fuego sobre los niños que lloran. Las manos caminan por la frente sudada de un sudor ajeno. Los ojos trinchados sobre alfileres, disecados. Enjambre de hombros difuminados por el espacio del tiempo. Nadie entenderá la música –qué música dirán- porque nadie asumirá el temblor. Monosílabos que se acentúan en un empujón, como un fogonazo de lo que fue un amigo. Agua para fingir claridad, fingir por fingir porque las matemáticas no mienten. Menos más menos no es siempre más y un 3 binario se convierte en fuego por el aire. La obscenidad de los gestos cortados –qué obscenidad dirán- por el dolor silente de las mitades. Y las tardes de plomo anuncian inviernos de hielo, un hielo usado, derretido como el hielo de otra mano sin luz. Y cuando las palabras se derritan y ya nadie entienda el color, cuando las melodías –qué melodías dirán- lleguen vacías al tacto de los dedos, cuando el lenguaje no sea, todos pediremos un agujero en la luna para salvar las avestruces.

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