“Reivindico el espejismo de
intentar ser uno mismo, ese viaje hacia la nada que consiste en la
certeza de encontrar en tu mirada, la belleza”.
Aute.
La
zoología circundante recomienda felicidad, esa actitud insultante de
los mapas, lo más obsceno del oxígeno. Para ser pastor del rebaño de
ovejas es condición indispensable ser una oveja, pero los cerdos se
apoderaron de la granja para decirnos las bondades del jamón sin reparar
en el canal abierto de su vientre para salazón de las corbatas. La
felicidad es el carácter púrpura de los billetes. El capital es cosa de
Marx pero ellos nos dan ocho tomos de optimismo, la economía nos cuentan
-yo no sé muchas cosas es verdad- es cosa de confianza. Recuperemos la
confianza, nos dicen, buen rollo esencial para las rastas (ese rollito
bien enrollado), así se soporta mejor el metro, el calor y el hijo de la
gran puta. La mentira es un poso de actitudes, una astenia contagiosa,
un imperialismo emocional que ya lo dije. La mentira es un engaño. Sólo
de la rabia nace la tragedia necesaria para Shakespeare o para el chiste
de los muñones. Para reyes pidamos un litro de sangre con que
mancharnos las actitudes. Hoy es siempre todavía, mañana y nunca
mañanamos, y así. La religión, ese miedo al miedo, oculta la podredumbre
como forma de hedonismo. El carpe diem es un agujero, el paroxismo del
instante. Su lenguaje bala repeticiones de manual y te llamarán renegado
porque te reafirmas, resentido porque disientes, amargado porque
lirizas, repetitivo porque insistes. Así es la felicidad, aniquiladora,
total, absoluta, como el dinero al que defiende.
No hay comentarios:
Publicar un comentario