viernes, 5 de julio de 2013

LA MUECA

“Reivindico el espejismo de intentar ser uno mismo, ese viaje hacia la nada que consiste en la certeza de encontrar en tu mirada, la belleza”. 
Aute.

La zoología circundante recomienda felicidad, esa actitud insultante de los mapas, lo más obsceno del oxígeno. Para ser pastor del rebaño de ovejas es condición indispensable ser una oveja, pero los cerdos se apoderaron de la granja para decirnos las bondades del jamón sin reparar en el canal abierto de su vientre para salazón de las corbatas. La felicidad es el carácter púrpura de los billetes. El capital es cosa de Marx pero ellos nos dan ocho tomos de optimismo, la economía nos cuentan -yo no sé muchas cosas es verdad- es cosa de confianza. Recuperemos la confianza, nos dicen, buen rollo esencial para las rastas (ese rollito bien enrollado), así se soporta mejor el metro, el calor y el hijo de la gran puta. La mentira es un poso de actitudes, una astenia contagiosa, un imperialismo emocional que ya lo dije. La mentira es un engaño. Sólo de la rabia nace la tragedia necesaria para Shakespeare o para el chiste de los muñones. Para reyes pidamos un litro de sangre con que mancharnos las actitudes. Hoy es siempre todavía, mañana y nunca mañanamos, y así. La religión, ese miedo al miedo, oculta la podredumbre como forma de hedonismo. El carpe diem es un agujero, el paroxismo del instante. Su lenguaje bala repeticiones de manual y te llamarán renegado porque te reafirmas, resentido porque disientes, amargado porque lirizas, repetitivo porque insistes. Así es la felicidad, aniquiladora, total, absoluta, como el dinero al que defiende.

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