sábado, 14 de septiembre de 2013

EL FESTIVO

Siguiendo con el septiembre (que ya es un género literario en sí mismo) me pongo a recrearme la palabra con Fernando, otro que tal. Fernando es el primer Somalí nacido en Granada, provincia de Teruel. Fer, lo malo que tiene es que le ha podido la serotonina mitad whisky, mitad agujeta, y los culos en pompa del gimnasio. Tiende a ver las cosas medio llenas y analiza las empanadillas con la retrospectiva de la historia y el manual de Lázaro Carreter. A mi el día festivo (por ayer) me trae lecturas matutinas, paseos y tinta, el día de ayer también trajo video. María España diciendo que su marido con la literatura no intentaba convencer si no fascinar. Claro. No hay mejor manera de convencer que fascinando, Fer, le dije. Y él que si Las palabras de la tribu y yo que no que las cosas no están medio llenas o medio vacías, están medio rellenas que dice mi maestro Víctor Chamorro. Que si Umbral viene de Proust y el malditismo que si Pascual. Y yo que mi maestro viene con sus proverbos y dice que uno no es de donde nace ni de donde pace, se es de donde se hace. Por eso FU es un poco charco, posguerra y complejo de culpa. Por eso escribe de su hijo muerto y te convence de que la vida es un relleno de horas y miserias a las que el psicólogo nos dice que hay que pintar de azul sonrisa. La felicidad es el interés que nos hipoteca Emilio Botín para levantar la persiana. El sol parece ya un letrero de Neón del Banco Santander con Fernando Alonso en plan Robin Hood ahora que el Euskaltel no podía con el repecho de las nóminas. Se está perdiendo la perspectiva, y así no vemos bien el cuadro. Nos quieren convencer con la alegría para que nos tomemos la pastilla, nos demos el Vicks Vaporub y pongamos un babero paporsi. Nos niegan la fascinación, nos cierran los poros de la vida a base de cremas, asepsias y psicólogos. Nos proporcionan la realidad que sacan de un cajón. Unidosis de usar y tirar, no reutilizables y al contenedor amarillo para no contaminar. Umbral sabía que el lenguaje debe fascinar para convencer porque la razón es cosa de animales. El hombre debe disfrutar porque entender es cosa de periquitos. Y así nos despedimos ayer en mitad de una plaza íntima. El vecinaje, tan acostumbrado al beso y la borrachera que tan bien se cotizan en el chascarrillo, nos escuchaba la madrugada sin entender nuestro debate en plan novela histórica ni por qué Fernando se empeñaba en que leyera “Creación” de Gore Vidal. Ni yo tampoco, claro.

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