jueves, 16 de enero de 2014

EL ALIENTO

Para Mónica que tanto crece.

La soledad necesita un eco al que agarrar su oído. Ser, necesita un puede ser para ser mejor. Por eso hay que pararse a distinguir el eco de las voces, ese aliento que huela a ventana. A veces toco su cara con mis manos de ciego dibujando el mapa de la piel. Sus ojos se abren como un ojo, con la fuerza de un pensamiento acumulado que necesita abrirse, primavera acelerada de los párpados. En ese silencio pasan cosas. Pasan tantas cosas que renunciamos al misterio y seguimos jugando a la piel, ese juego de hijos a los que ya nadie canta una nana. En la intimidad de aquel oído, pasó la sangre en su invisible, caliente y blando de mirada. Confundimos al tiempo, las madres y los dedos. Tocamos lo alcanzable. El aliento esperó a que la brutalidad se fuera para recordar el filo de las cosas que duran un instante.

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