martes, 27 de mayo de 2014

EL VÓRTICE

Como esa melodía que se precipita en un lamento de tobogán –hay tranquilidad-, como la desolación de los pétalos, luciérnagas de cemento. Niños que empujan sillas de ruedas, cielos sin noche, pesadillas de luz. Sinfonías de euforia, futuro tamo de un abandonado. Mundo lamido preguntando al odio respuestas de tierra, mientras las monedas caen por los toboganes. Melancolía de pétalos, cuerpos fríos, sombras de nubes alimentando lanas. Rebaños de fiebre, delirios de tijeras y agua, agua, agua –porque lluvia no falta- tras el brillo del ruido, el agua flotando. La imaginación del agua llega tarde al límite. Preguntas en la frontera de un calor a elegir. Niños, parques y féretros juegan al corro de los ojos, con la venganza de las tardes, con el aburrimiento del futuro dando la vuelta a las cabezas que penden con las costuras por fuera. Las nubes parecían depósitos de nieve.

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