jueves, 7 de agosto de 2014

EL MOVIMIENTO

"Ojos que se quieren bien
aunque se miren de lejos
no son ojos sino espejos
donde las almas se ven".
Diego de Silva y Mendoza


Sólo el ojo no admite muñón. Una cuenca vacía es más ojo. El ojo crece hacia adentro, se presencia como un muerto reciente. El asco de la piel tocada, de la cabelluda grasa febril, como tacto de un futuro olvidado, de una madre de barro, de un Madrid de aceite. ¿Recuerdas? Es el tiempo que pasa de mano en mano atusando el pelo de sus dedos. Allí, las uñas clavan su memoria que vuelve del futuro. Manoseado por lenguas de fiebre, cuando las uñas filan su tacto, el tiempo vuelve manoseando. El tiempo recobra su tacto y el meñique importancia de mano. El sudor explica la piel, secretos de aire para la oreja que un labio nombra. Labios para las manos, uñas como labios, uñas como manos, como sonrisas del tiempo que manosean la fiebre –vosotras manos ruidosas-, qué claro se oye el disparo de la mañana y la uña clavada en el ojo del tiempo. Muñones, –vosotras manos ruidosas- giráis hacia la luz buscando la piel, como rodillas para uñas que vendrán en la claridad negra del movimiento.

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