miércoles, 15 de abril de 2015

LA PALABRA

Navega la oscuridad en la vibración y desdibuja la ceniza movida por el viento. Y surge un polvo maravilloso que se incrusta en los ojos. Temblar es un gozo inseguro, como un miedo, como una culpa que medra por las lianas del disfrute. De tus ojos nacen las manos, de tus oídos las manos con que tocar otras manos que salen de tu nariz. En el manantial de los matices se lavan las palabras desnudas. Salen con barro en los pies para bailar al horizonte, allí, el dolor corta la cabeza de las guillotinas. Ya no suelo empaparme del sonido de un verso –me hundo en silencio- no me interesa la poesía. Siento un manantial sonámbulo que estremece cada letra. Cada palabra necesita su fiebre, su loco que la transforme. Sin locura no hay cadencia, sólo tiempo enajenado.

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