martes, 2 de junio de 2015

LA CANCIÓN

Para Ana, Agus y Mónica,
risa y canción.

Cada vez miento mejor. Ya hasta vienen los de la tele a ver qué hago. Y yo les muestro el sarcófago y ellos que si Tutankamón y yo que sí. La mentira tiene su propia destreza, su íntima democracia. La mentira existe porque los mentidos quieren ir tirando. “Es que si no, no hay quien llegue al lunes”. Hasta el batán de las emociones queda sin pulso con tanto tiempo y poco espacio. Por eso existe don Quijote, Voltaire, etcétera. Y por ahí sigo con mis canciones de la mano -cantar es leer el aire- como un poema escrito a coro. Cantar es escribir en voz alta, cerrar los ojos para sentir la palabra subiendo por los dientes. Darle miércoles al estribillo, una lágrima rota a la última estrofa, madrugada de versos en flor. Cantar tiene la fuerza de lo efímero, de la palabra lancinante que se hace memoria. Por eso se cierran los ojos cuando se canta, para ver mejor la delicadeza estirada de una vocal que se engancha a lo perdido. La canción es púrpura como la saliva. Cantar mira a los ojos y los toca para cerrarlos.

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