martes, 28 de julio de 2015

LA BALDOSA

“La vida, cuerda o loca, es siempre una certidumbre absurda”
Leopoldo María Panero.

La distancia no necesita amigos y lleva pistola. Se deposita como el polvo, inapreciable, como el crecimiento de las uñas, hasta que un día una mano despistada se posa sobre el mueble y sientes que resbala por el tamo. Como el pelo, como el hambre y el calor, la distancia es la cutícula trabándose en la grima. Y el cinismo arde porque callas. Y tus ojos te miran por dentro, bajan hasta el estómago para comprobar qué has comido, por qué se preocupan tanto por ese escaque. Y te sorprendes con la magia del asco, en esa repetición implacable que te hunde más en el sillón, en el hueco donde se sientan tus ojos vigilantes. “No te pongas así” escuchas una y otra vez, sin embargo tu has oído otra cosa, “un buenos días”, una piedra escondiendo su mano, alguien que sale de casa despacio con la cara de tonto de quien se ve sorprendido. Sonidos que entran por las ventanas, pedradas sin nombre, firmas de asfixia para tu brasero cotidiano. Y tu rincón se va haciendo más y más angosto. Notas la presencia del miedo y la extrañeza. Notas los gestos de las hormigas y cómo piensa el aire. Y te tratan con la condescendencia que se da a los locos para que se tomen la pastilla. El hueco se va estrechando y ya no puedes saltar.

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