miércoles, 9 de marzo de 2016

EL DÍA


La mujer trabajadora, como el último perfume del corte inglés, viene a ser el eufemismo de su propia condición. Puestos a celebrar –celebrar por qué- debería ser la contraria, la mujer ociosa, libre, dispuesta para su capricho. Celebrar el trabajo no sólo me resulta absurdo sino cruel. Y en esta trampa cayeron hasta los ideólogos anarquistas más eminentes. No sé a qué Banco se le ocurrió liberar a la mujer a través del contrato pero como estrategia es de lo más burda. Quién se come eso sin más. Pues nos lo comemos con la fuerza de Telecinco. Porque lo peor que le ha ocurrido a la mujer no es ser “miembra” ni “periodisto” de nada, lo peor es (como decía Umbral) “que se ha creído la fotocopia”. Cuando la ecuanimidad de los varones anda pidiendo el mandil para fregar los cacharros como forma de olvidarse de su capataz, ellas están locas por firmar la explotación que las iguale. Es la “gran catetada” que decía Romero Esteo, la igualdad por abajo. Hay cosas que se analizan solas: “discriminación positiva”, “violencia de género”, “igualdad femenina”. Los sustantivos se autoadjetivan cuando tienen vocación de universales. El error, parece ser, viene del complejo atávico de lo doméstico. El Banco Santander se dio cuenta que las patatas con carne no iban a “Port Aventura”, y empezaron a trabajarse el lenguaje, la repetición goebbelina, hasta que la cosa saliera de ellas mismas. La mujer en estos días de celebración, se iguala al libro, a la diabetes y a la radio. Para mi es mucho más, es todo, claro. Creo que la igualdad, como concepto, debe replantearse, ampliarse, diferenciarse. Porque yo no quiero ser igual que un perro, ni el perro creo que quiera ser bibliotecario, lo que sería un desprestigio para el perro. Las diferencias están muy bien. La igualdad se defiende sola y necesita de todos. Pero creo, que lo que se defiende, lo que se señala en casi todo discurso de calendario, tiene que ver con el consumo implícito del lenguaje. Nos venden (regalada) la idea de igualdad y trabajo, para que miremos con envidia la nómina de Manolo en lugar de odiar la enésima Reforma Laboral y el propio régimen servilista, ya digo. Trabaje usted hasta los 67, compita con Rodrigáñez, que si llega a la jubilación que no le garantizo, ya tendrá usted el sistema de salud desmantelado para tener una vejez de perros. Ay, las patatas con carne.

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