A Mónica
Supe
que el tacto tiene su propia sed, que los niños no se equivocan, que los gestos son la proporción. Que se
crece de la emoción a la belleza por atracción de lo admirable.
Quién puede contener al temblor que irradia la duda -la mariposa
vuela porque duda- a la firmeza de la corriente inevitable. Me dices“no te hagas tanto daño” y me tocas como a un hijo y me
arropas, y me regalas libros porque me ilusionan. Y me siento como un
beso en un arroyo haciéndose las preguntas. Quería decirte muchas
cosas que ya sabes, que perdón y gracias son hacia ti lo mismo.
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