sábado, 2 de noviembre de 2013

LA NOCHE

La noche llega con su ejército de hormigas por los párpados. Es la vigilancia del sonido que hacen las piedras mirando a la luna. La noche tiene su humo de troncos aciagos, su quemor de cognac, su víscera visible. El frío es nítido como una uña cortada. Las hojas suenan poco con su vértigo mojado por quién sabe qué lagrimas. Las puertas con miedo, las camas a golpes, un astillar de dedos que sangran. Unas manos se frotan, unos ojos se encuentran. La noche es un encuentro, volver al momento de la pérdida, encontrarnos en el solar con escombros del temblor. Allí, desnudo y cotidiano como un preso que defeca, una atmósfera macabra nos reconforta como lo hacen las cosas inevitables. La noche es un tiempo para la luz. Es la soledad más tranquila cuando la palabra imagina su niño mirando los cajones. La cerradura, el desván, angustias simples de piel nocturna. Un sexo urgente que se limpia solo. Una promesa incumplida, algo que se cae, huido por amor. La noche es el provecho de la tragedia, el momento que elige la danza para sublimar el ritmo. Es un labio desconocido, prisa por vivir mejor, posar la mano en el púrpura y esperar. Si algo ha de pasar, será entonces.

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